“¡El envejecimiento es contagioso! Cómo una proteína sanguínea puede ‘infectar’ tus células


El envejecimiento celular — o senescencia — no es únicamente un fenómeno aislado dentro de cada célula, sino que puede transmitirse entre tejidos a través del torrente sanguíneo. Un estudio reciente de investigadores de la Korea University College of Medicine, Corea del Sur, ha identificado a la proteína HMGB1 (High Mobility Group Box 1) en una de sus formas como un actor clave de esta propagación. 

Qué hicieron

Los investigadores publicaron su trabajo bajo el título “Propagation of senescent phenotypes by extracellular HMGB1 is dependent on its redox state” en la revista Metabolism – Clinical and Experimental en el año 2025. 

En el estudio:

  • Se examinó la forma reducida (denominada “ReHMGB1”) de la proteína HMGB1 — una versión cuyo estado de reducción/oxidación (“redox state”) es diferente — y su capacidad para inducir senescencia celular. 
  • En experimentos in vitro, células sanas fueron tratadas con esta forma extracelular de HMGB1 y se observaron marcadores de senescencia (SA-β-gal, p21, p16, etc.). 
  • En experimentos in vivo, ratones jóvenes recibieron administración sistémica de ReHMGB1 y se detectaron aumentos de marcadores de envejecimiento en múltiples tejidos. También se usó un modelo de lesión muscular en ratones de mediana edad para evaluar si bloquear HMGB1 mejoraba la regeneración. 

Resultados clave

  • La forma extracelular ReHMGB1 pero no la forma oxidada, indujo de forma robusta fenómenos similares a la senescencia en distintos tipos celulares y tejidos. 
  • Los análisis transcriptómicos mostraron activación de rutas como JAK/STAT y NF-κB mediadas por el receptor RAGE, conduciendo a un perfil SASP (fenotipo secreto asociado a la senescencia) en las células tratadas. 
  • Cuando se bloqueó HMGB1 en el modelo de ratón, se redujo la senescencia, disminuyó la inflamación sistémica y se mejoró la regeneración muscular. 

Interpretación

Estos hallazgos sugieren que la senescencia no es simplemente un fenómeno interno de cada célula, sino que puede “propagarse” a través del organismo mediante señales externas — en este caso, la proteína HMGB1 en su forma reducida. En otras palabras, células enviando señales pueden inducir que otras células entren en un estado senescente, extendiéndose el efecto más allá del tejido original.

El estudio abre la posibilidad de que intervenciones dirigidas a HMGB1 extracelular puedan frenar o mitigar la propagación de la senescencia y, por ende, retrasar o reducir el daño de tejidos asociado con el envejecimiento.

Limitaciones

  • Aunque el estudio es sólido en modelos celulares y animales, no ha sido validado aún en humanos. Cualquier extrapolación a humanos debe hacerse con cautela.
  • El estudio se centra en la proteína HMGB1 y su forma reducida; el mecanismo completo de propagación y su relevancia clínica en humanos aún no está claro.
  • Como en muchas áreas de biogerontología, los efectos en individuos vivos, su magnitud, y la posibilidad de intervenciones eficaces requieren mayor investigación (ensayos clínicos, biomarcadores humanos, etc.).

Implicaciones

  • Desde el punto de vista científico, este trabajo representa un avance importante para entender cómo la senescencia puede afectar tejidos distantes, y cómo la circulación sanguínea puede actuar como vehículo de “progresión de envejecimiento”.
  • Desde el punto de vista práctico, se abre la vía al desarrollo futuro de terapias “anti-senescencia” que no solo limpien células senescentes, sino que bloqueen sus señales de propagación.
  • A nivel de salud pública, podría cambiar la concepción de envejecimiento como un proceso meramente local hacia uno más sistémico, lo que puede modificar estrategias preventivas, farmacológicas o de estilo de vida.

El estudio de la Korea University College of Medicine aporta evidencia de que una proteína que circula en la sangre —la forma reducida de HMGB1— puede funcionar como mensajera que induce senescencia en células y tejidos lejanos. Aunque la traducción a la práctica clínica humana aún está por venir, el hallazgo plantea un giro conceptual importante: el envejecimiento podría “contagiarse” dentro del cuerpo.

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