Amor al dinero

El dinero es necesario en nuestra vida cotidiana y, por supuesto, para alcanzar la mayoría de las metas que nos proponemos. Sin embargo, conviene diferenciar dos conceptos muy distintos: la necesidad de dinero y el amor al dinero.

Cuando se ama el dinero de manera desmedida, se pierde el amor al prójimo y hasta el amor a la misma vida. Ese sentimiento corrompe los principios, llevando a quien padece este mal a traicionar a los demás, a vivir solo para el momento y a olvidar el futuro, como si sufriera una amnesia de los buenos valores aprendidos en la vida.

Es importante recordar una gran verdad: lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará. Quien obra mal, mal recibirá; quien vive con virtud, virtudes hallará. El que roba, tarde o temprano pagará el precio de su acción. El que ama el dinero, ciertamente encontrará dinero, pero nunca hallará en él la felicidad. Su final será amargo y solitario, cargado de males y de dólares, pero vacío de aquello que realmente da sentido a la existencia.

En mi caminar por la vida he tratado con muchos tipos de personas. La mayoría se acerca buscando algún beneficio, y pocos lo hacen con la sincera intención de cultivar una amistad sana. Los tiempos han cambiado, y sin duda seguirán cambiando. Aun así, yo seguiré sembrando en tierra buena, confiado en que, a su debido tiempo, recogeré los frutos.

La moral, tristemente, se ha convertido para muchos en una palabra escrita en un papel, desprovista de esencia y de vida. Sin embargo, no todo está perdido. El pensador y político irlandés Edmund Burke (1729–1797) tuvo, y siempre tendrá, la razón cuando afirmó: “Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada”.

Por eso escribo estas líneas. Porque creo firmemente que aún estamos a tiempo de rescatar nuestra civilización del mal que nos envuelve y de la creciente falta de valores humanos. Todo comienza con una decisión personal: sembrar en tierra buena, vivir con virtud y no permitir que el amor al dinero sustituya lo más valioso de la vida: la dignidad, la solidaridad y la esperanza.

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