AUSTIN, Texas — En medio de una creciente tensión política, legisladores demócratas de Texas han protagonizado una nueva protesta para frenar el avance de un controvertido plan de redistritación impulsado por la mayoría republicana en la legislatura estatal. La iniciativa busca rediseñar los distritos electorales federales con el objetivo de fortalecer la representación del Partido Republicano en las elecciones de medio término de 2026.
El rediseño ha sido duramente criticado por los demócratas, quienes lo consideran un ejemplo extremo de manipulación partidista del mapa electoral, conocida como gerrymandering. Aseguran que el nuevo trazado de distritos reduciría de forma deliberada el poder del voto de comunidades minoritarias, especialmente latinos y afroamericanos, en regiones urbanas y del sur del estado.
Ante la inminente aprobación del plan, más de 50 legisladores demócratas de la Cámara de Representantes abandonaron el estado a comienzos de agosto, impidiendo así que se alcanzara el quórum necesario para votar la propuesta. La maniobra parlamentaria ha sido calificada por sus impulsores como una “última defensa” ante un intento de silenciar la voluntad de millones de votantes.
“El pueblo de Texas no merece mapas diseñados para proteger cargos, sino para reflejar la realidad de nuestras comunidades”, afirmó uno de los líderes demócratas durante una rueda de prensa celebrada fuera del estado. “No vamos a ser cómplices de un proceso que excluye y margina.”
El plan republicano no contempla la creación de nuevos distritos de mayoría latina, a pesar de que más del 40 % de la población del estado pertenece a esa comunidad. Por el contrario, algunos distritos históricos con alta concentración de votantes hispanos serían divididos, reduciendo su capacidad de influir en los resultados electorales.
En respuesta, líderes republicanos han defendido la legalidad del proceso, argumentando que los distritos fueron trazados conforme a criterios geográficos y de continuidad poblacional. Sin embargo, también han adoptado medidas para presionar el regreso de los legisladores ausentes, incluyendo la aprobación de multas diarias de 500 dólares y la emisión de órdenes de arresto civil para obligarlos a regresar.
El gobernador de Texas ha solicitado además la intervención de la Corte Suprema estatal para evaluar posibles sanciones adicionales, incluyendo la destitución de legisladores que, a su juicio, han abandonado sus responsabilidades constitucionales.
La protesta, bautizada como “Texodus” por medios locales, ha captado la atención nacional y ha provocado reacciones encontradas en todo el país. Mientras líderes demócratas a nivel federal han expresado su respaldo, expertos advierten que la estrategia de obstrucción podría tener efectos limitados a largo plazo.
Además, el incidente ha tenido implicaciones en materia de seguridad. Un grupo de legisladores fue evacuado de un hotel en Illinois tras una amenaza de bomba. Aunque no se hallaron sustancias peligrosas, el episodio elevó la tensión del conflicto.
La sesión especial del Congreso texano concluye el 19 de agosto. Hasta entonces, los demócratas prometen mantenerse fuera del estado y continuar su campaña pública en defensa de una representación equitativa.
El futuro del mapa electoral de Texas podría definirse en los tribunales, ya que diversas organizaciones civiles han anunciado demandas federales por supuestas violaciones a los derechos de voto. Lo que está en juego no es solo la configuración de los distritos en un estado clave, sino el equilibrio político del país en los próximos años.
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