En el reino animal existen estrategias de defensa realmente ingeniosas, pero pocas tan llamativas como la de la zarigüeya. Este pequeño marsupial, conocido por su aspecto similar al de un ratón grande con cola prensil, posee un mecanismo natural que ha despertado la curiosidad de científicos y amantes de la naturaleza: la tanatosis, o lo que comúnmente se conoce como “hacerse el muerto”.
¿Qué es la tanatosis?
La tanatosis es una reacción fisiológica involuntaria, una especie de “apagado automático” del cuerpo ante un peligro extremo. Cuando la zarigüeya percibe que su vida corre riesgo —por ejemplo, si un depredador la atrapa o la acorrala— su sistema nervioso activa un estado de inmovilidad total: el cuerpo se tensa, los músculos se paralizan, los ojos se quedan fijos, y la respiración se vuelve casi imperceptible.
Durante este proceso, no pierde la consciencia completamente; su cerebro continúa procesando estímulos, esperando el momento adecuado para escapar. Es decir, no está muerta, sino que su cuerpo simula perfectamente la muerte.
El poder del engaño: cómo se ve una zarigüeya “muerta”
El realismo de esta actuación es asombroso. Cuando la zarigüeya entra en tanatosis:
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Se queda completamente inmóvil, incluso si es movida o tocada.
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Abre la boca y deja la lengua colgando, imitando un estado de rigidez post mortem.
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En algunos casos, expulsa un fluido maloliente desde sus glándulas anales, un olor similar al de un cuerpo en descomposición.
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Su cuerpo puede liberar saliva y adoptar una postura ladeada, reforzando la ilusión de muerte.
El depredador, engañado por la escena, suele perder el interés. En la naturaleza, la mayoría de los cazadores prefieren presas vivas y frescas, por lo que abandonan al supuesto cadáver, dando tiempo a la zarigüeya para huir ilesa.
¿Controla este comportamiento?
Aunque parezca una actuación deliberada, la tanatosis no es una decisión consciente. Se trata de un reflejo automático del sistema nervioso central, desencadenado por el estrés extremo. Sin embargo, estudios etológicos sugieren que la zarigüeya mantiene cierto nivel de percepción: puede notar cuando el peligro desaparece y, en ese momento, recuperar el control de su cuerpo y salir corriendo.
En ese sentido, es un equilibrio fascinante entre reflejo y estrategia. La zarigüeya no “piensa” en fingir su muerte, pero la evolución ha moldeado este mecanismo para parecer una actuación calculada.
Diferencia entre tanatosis e inmovilidad tónica
A menudo se confunden estos términos, pero no son lo mismo.
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La inmovilidad tónica es una respuesta más general al miedo, presente también en aves y reptiles: el cuerpo se queda rígido y quieto, pero sin simular muerte.
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En cambio, la tanatosis incluye elementos teatrales: postura, olor, ojos entrecerrados y respiración superficial, todo orientado a convencer al depredador de que el animal está muerto.
Otras defensas de la zarigüeya
Aunque la tanatosis es su recurso más famoso, la zarigüeya cuenta con varias tácticas adicionales:
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Mostrar los dientes: Abre el hocico para lucir su dentadura afilada, emitiendo un silbido amenazante.
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Agacharse o encogerse: Adopta una postura de sumisión para parecer menos peligrosa.
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Trepar o huir: Gracias a su cola prensil y patas ágiles, puede escapar trepando árboles o muros con facilidad.
Estas reacciones, combinadas, conforman un repertorio defensivo que le permite sobrevivir en entornos llenos de depredadores, desde perros y zorros hasta búhos y serpientes.
Un prodigio de la evolución
La estrategia de la zarigüeya demuestra que, en la naturaleza, la inteligencia no siempre se mide por el cerebro, sino por la adaptación. Fingir la muerte puede parecer una reacción pasiva, pero es una de las más efectivas del mundo animal. Este mecanismo ha garantizado la supervivencia de la especie durante millones de años.
En pocas palabras, cuando una zarigüeya “se hace la muerta”, está interpretando el papel más convincente de su vida… y ese talento actoral le salva la existencia.
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